El fanstasma cibernético y post-identidad
Todos
los cuerpos tienen fantasmas, espectros cualitativos y temporales que formaron
la identidad de un cuerpo humano durante un pequeño período de tiempo, hasta
que el cambio inoportuno o deliberado borraron la cualidad estática del ser idéntico e inalterable. Los espectros
del cuerpo humano se almacenan como distintas formas del ontos humano en su memoria interna y en la externa de quien
permanece en contacto con la forma y superforma del cuerpo y la mente de este
último.[1] Estos
espectros permanecen bajo memoria en la mente de quien rindió cuenta de ellos
ante los demás y la realidad. Es la parte transcendental de la identidad lo que
se almacena en forma de espectro de tiempo y no de espacio en un dispositivo
hardware de lectura y escritura.
El
cuerpo mejorado y des-humanizado
proyecta la imagen-espectro bajo la forma
fantasmagórica de la mecánica conjuntiva y biosoldable. Los nuevos resortes y
sellos de silicio se funden con la carne natural y denigrante para conformar la xenoforma del humano
cibernetizado. Su imagen es la del cuerpo anómalo y su ser es el del fantasma. El
ser imaginado y fantástico es el que
habla en el espacio meca-vital de un nuevo ser fantástico. Su fantasía es la
del uno destruido y reconvertido en un cuerpo múltiplo y cambiante de aspectos sintéticos y ruidos fobocientes[2]. Y la
figura fantasma no es más que el pasado eidético y unífico que representó su
identidad y personalidad. Fantasma como espectro pasado del ser y el tiempo
orgánico bajo una plataforma de vatínica y
mecanorgánica[3].
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